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martes, 27 de octubre de 2009

María de la Concepción Bona y Hernández



María de la Concepción Bona y Hernández nace en Santo Domingo el 6 de diciembre del año 1824. Dos años antes, en febrero de 1822, se había iniciado el período de la ocupación haitiana de Santo Domingo
Al asumir Jean Pierre Boyer el mando total de nuestra parte de la isla, las diferencias entre los pobladores eran enormes, sobre todo en la base cultural y política. 

 Los haitianos poseían una base cultural franco-africana mientras nuestro pueblo era poseedor de una base cultural totalmente hispánica.


Al dominicano se le obligó por la bota de represión a aceptar el establecimiento de un gobierno militarizado dirigido por Gerónimo de Borgellá en Santo Domingo, al reclutamiento de jóvenes dominicanos para el servicio militar, sustitución de sus símbolos hispanos por los de Haití, el establecimiento de impuestos exorbitantes, cierre de iglesias, uso obligatorio del idioma francés en asuntos oficiales, e intento (sin éxito) de usarlo en la enseñanza primaria, así como limitación a las actividades religiosas y otras costumbres arraigadas en nuestro pueblo.


Bajo este estado opresivo y humillante nace y se cría Concepción Bona en una familia dominicana que se comprometería totalmente con el ideario de Duarte. Su abuela María Merced Pérez Díaz Morales se había casado en primeras nupcias en la Villa de San Carlos con Pantaleón Pina y de esa unión habían nacido: Manuela, Juan Andrés, El Prócer de la Independencia, Ana Santiago, Marcelina y Dominga.


Viuda María Merced se casa en segundas nupcias con Lorenzo Bona, un soldado Corso-Genovés registrado en el Regimiento de Infantería de Puerto Rico 1799 como Sargento Primero de Fusileros.(Simancas Microfilm 116532/Sección Guerra Moderna), que se radica en Santo Domingo donde se enamora y hecha raíces, al poco tiempo nace el hijo de ambos Vicente Ignacio Bona Pérez, conocido por todos como Ignacio Bona.


Ignacio Bona además de ser el hermano menor del Prócer Pina era su mejor compañero y amigo. Juntos comienzan su negocio de “mercadería al detalle”, juntos se inician en el camino de la vida hasta que Ignacio muere joven en septiembre de 1844.


Ignacio Bona y Juan Pina, se casan con dos primas (segundas nupcias de Juan) y procrean dos familia que crecen juntas. Se establecen uno al lado del otro frente al Baluarte. Comparten ambas familias las veladas nocturnas, los domingos con la abuela, los cumpleaños, las navidades, y por supuesto las actividades en la Iglesia del Carmen a la cual profesaban una profunda devoción inculcada por María Merced. Sólo hay que visitar esa iglesia para ver donde están enterrados muchos de ellos.


Cuando el hijo mayor del Prócer Juan, el Trinitario Pedro Alejandrino Pina (de su primera esposa Mercedes García) funda su escuelita primaria, busca a su prima hermana Concepción y su hermana María de Jesús a las que introduce en labores magisteriales. El amor y el fervor que ponían las muchachas en la educación de los párvulos, la mayoría de ellos hijos de patriotas, era casi sacro. Su gran misión era la de educar a aquellos chiquillos bajo nuestras costumbres, idioma y religión. Misión bastante peligrosa si tomamos en cuenta que en ese momento éramos un estado invadido por la bota dictatorial foránea que prohibía todo aquello.


En 1844 cuando Concepción Bona contaba sólo 18 años de edad era una joven perteneciente a una familia ardientemente adscrita a la causa de la Independencia Nacional y totalmente comprometida con los ideales del Patricio Duarte, y es que Concepción el amor a la patria lo llevaba en la sangre, por eso cuando su padre Ignacio Bona estampa la firma número 90 del Manifiesto del 16 de enero, documento que representa el Acta de nuestra Independencia Nacional, lo hace junto a su hermano Juan Pina, pero también junto a Tomás Bobadilla y Briones, Matías Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, y otros trinitarios. Todos amigos y vecinos.


A esa edad Concepción Bona ya era parte activa en las reuniones de muchachos y muchachas que en los ojos del invasor se congregaban en las tardes a estudiar, pero que realmente complotaban con un solo fin: conquistar la libertad de la Patria.


Cuando los patriotas escogen a María de la Concepción Bona y Hernández para la gran tarea de plasmar en tela su magnífica obra tricolor concebida por el Patricio Duarte, que nos representaría ante el mundo como una nueva nación que nace libre e independiente, lo hacen confiando esa gran obra a una amiga cercana y plenamente identificada con la causa nacional, pero también sabiendo que se hacía ese encargo una mujer valiente y apasionada, capaz de enfrentar con madurez los riesgos que aquello representaba. En ese momento se convierte en Patriota junto a su prima María de Jesús Pina.


Concepción Bona supo representar dignamente el papel que el destino le había encomendado, por eso llegado el momento la joven penetra enardecida la escena libertadora que se desarrolla desde la Puerta de la Misericordia hasta el Baluarte del Conde, entre pólvora, cánticos patrióticos, familiares y amigos; y hace la entrega memorable en manos de Sánchez de nuestra primera enseña tricolor, se inmortaliza en la historia.



Cuando la luz del sol aclaró la mañana del 28 de febrero de 1844, la obra magna de esta heroína nacional ondeaba libre y soberana sobre el Altar de la Patria. Nacía la República Dominicana.



Según los historiadores dominicanos, fue ella misma quién la entregó al general, padre y prócer de la patria Francisco del Rosario Sánchez, quién dio el primer cañonazo en la Puerta de la Misericordia, Bona fue acompañada por su prima María de Jesús Pina. El 28 de febrero de ese mismo año, cuando le sol sale se ve la bandera tricolor confeccionada por Bona y María Tinidad, nace la República Dominicana.


Bona contrajo nupcias con Marcos Gómez y Carvajal, del cual nacieron cinco hijos: Marcos Antonio, Manuel de Jesús, José María, Elvira y Rafael María.
Fallece el 2 de julio de 1901.

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